Napoleón
Napoleón Bonaparte (1769-1821) es uno de los contados personajes que marca un hito en la Historia. La biografía de Bonaparte ofrece cumplidas pruebas de su magnitud en cualquier aspecto, tanto a sus detractores, como a sus hagiógrafos. Bonaparte es el genio militar, emperador y reformador que lleva a Francia a la modernidad; y también el invasor que provoca tres lustros de continuas guerras.
Napoleón nace en 1769 en Ajaccio, capital de Córcega, al año siguiente de la venta de la isla a Francia por la república de Génova. Napoleón entra con 10 años en la escuela militar y a los 15 es teniente segundo de artillería. Cuando estalla la revolución francesa Napoleón empieza a destacar y a entablar amistades que marcarán su vida principalmente en el bando jacobino.
El primer logro militar del joven Bonaparte es la toma de la ciudad realista de Tolón. Desde ese momento, su estrella asciende gracias a sus continuas victorias en las Guerras Revolucionarias. Las campañas de Italia y Egipto constituyen su madurez como militar y político y marcan ya lo que será una forma de dirigir que le hará pasar a la historia. Ser recibido como libertador en la mayoría de Italia o la legendaria campaña de Egipto donde se hizo acompañar de científicos, historiadores y pintores en una misión que trascendió lo militar. El 18 de brumario de 1799 fuerza su elección como Primer cónsul en un hecho que marcará la historia de Europa y luego como Cónsul vitalicio (1802).
Primero contra la Francia Revolucionaria y luego contra Napoleón las monarquías europeas se unen contra el espíritu del cambio y forjan alianzas para aplastarlo. La guerra se convierte en una constante de los años de Napoleón. Se proclama Emperador en 1804 en un intento de asimilar Francia al resto de potencias europeas y emprende sucesivas campañas para desmantelar las coaliciones que se alzan contra él. Con la herida sangrante de la guerra de la Independencia Española y la intervención inglesa peninsular, Bonaparte se arriesga a luchar en dos frentes y acomete la conquista de Rusia. Nunca entendió Napoleón lo que había ocurrido en España.
La buena estrella de Napoleón se apaga: primero con la destrucción de su Grande Armée en Rusia y después, en 1813, con la derrota de Leipzig y la posterior invasión de Francia por la Sexta Coalición. Napoleón abdica presionado por sus mariscales, y las potencias vencedoras lo condenan en 1814 al destierro en la pequeña isla de Elba, frente a la costa italiana.
Pero la historia de Napoleón Bonaparte aún guardaba otro giro más de esos que el destino guarda solo a los hombres destinados a convertirse en leyenda. Napoleón retorna a Francia escondido y contra lo que toda la élite política pensaba el pueblo y el ejercito se suma a él conforme avanza hacia París. Regimientos enteros enviados a detenerlo cambian de bando cuando Napoleón. Nadie lo detiene y comienza a recibir adhesiones y entusiasmo en su camino de vuelta a París. Luis XVIII huye y Napoleón recupera el poder. La definitiva alianza de las monarquías europeas se une pese a los intentos de Francia de pactar la paz.
Napoleón será Emperador durante cien días más, hasta la derrota definitiva en Waterlóo (18 de junio de 1815). Bonaparte abdica por segunda vez, pero los vencedores descartan la guillotina para no convertirlo en mártir. Los ingleses imponen el destierro a la remota isla de Santa Helena y allí pasa sus últimos años de vida. Napoleón muere el 5 de mayo de 1821 para entrar en la historia en el lugar que solamente Julio Cesar o Alejandro Magno tienen reservado.
John Moore
El teniente general Sir John Moore nace en Glasgow en 1761 y muere en La Coruña en 1809, durante la batalla de Elviña. Moore entre en el ejército con 15 años y comienza a ascender a lo largo de una larga carrera que pasa por Menorca, la Guerra de Independencia de Estados Unidos, Córcega, las Indias Occidentales y la revuelta irlandesa de 1798.
Moore es considerado un militar competente y humanitario. Es famoso por su pericia como instructor de soldados y como el primer general que les trata como personas en el ejército británico. Sir John Moore se ha convertido en una de las leyendas del ejercito inglés y su hazaña dirigiendo sus tropas perseguidas por la Grand Armée de Napoleón marcan uno de los hitos de la historia militar.
Al comienzo de la guerra con Francia organiza la defensa de un sector de la costa inglesa en previsión de un desembarco francés. Una vez descartado el peligro, sirve en el Báltico durante un tiempo hasta que se le encomienda el mando de las fuerzas británicas en la Península Ibérica.
Moore desembarca en Lisboa con la orden de establecer una cabeza de puente en Asturias, sin embargo, decide unir su ejército con el español y pasar a la ofensiva. A finales de 1808, Moore se encuentra aislado y el grueso del ejército imperial francés ha emprendido su caza. Durante las siguientes semanas, los británicos atraviesan a marchas forzadas los nevados montes de León y el macizo galaico, y consiguen entrar en la capital herculina.
La historiografía francesa conoce la retirada de Moore como: La carrera de Benavente. La retirada se compara con la huida de un ejército de un país enemigo: el Marqués de la Romana denunció los actos de pillaje y crímenes que cometen las tropas de Moore contra la población, a pesar de los intentos de los oficiales por restablecer la disciplina. En sus cartas a la comandancia John Moore manifiesta su estupefacción por la degradación que el comportamiento de sus propias tropas está teniendo en su retirada.
La última etapa de la evacuación de las tropas tiene lugar frente a La Coruña: Moore plantea una batalla defensiva para proteger el reembarque aprovechando la orografía de las afueras de la ciudad. Durante una visita de inspección a las líneas, Moore recibe el impacto de una bala de cañón que lo hiere de muerte.
El escocés cae del caballo y permanece consciente, aunque sólo la guerrera mantiene unido el brazo al cuerpo. “Sí, estoy herido y mortalmente” explicó al coronel Graham. Moore fallece horas después en la casa de un comerciante coruñés, con tiempo de conocer el éxito del embarque y de despedirse de los presentes.
Los highlanders entierran a Moore durante la noche en una tumba provisional a los pies del bastión de San Carlos, y el mariscal Soult marca el lugar con una inscripción cuando toma la ciudad. Las cenizas de Moore reposan hoy a unos metros de la tumba original, en el monumento que se levanta años después en el jardín de San Carlos.
Queda para el debate de historiadores y panegiristas, de una u otra afinidad, determinar si Moore fue o no un héroe por escapar con los restos de su ejército. Lo cierto es que consiguió en un entorno hostil y en inferioridad de condiciones salvar a gran parte de su ejercito que fue vital para el desarrollo de la guerra. Esas mismas tropas luego lucharon en Waterloo. Su muerte épica en A Coruña y su voluntad de ser enterrado en ella marcan una relación entre Coruña y Moore que se extenderá más allá de su propia vida.
Soult
Para valorar con justicia a un general napoleónico, siempre bajo la sombra alargada del corso, resulta útil como vara de medir conocer la naturaleza del rango de mariscal y cómo llegó a merecerlo el hijo de un notario: Jean-de-Dieu Soult (1769-1851).
Bonaparte tenía el don de seleccionar el personal idóneo para cada trabajo. En las guerras napoleónicas participan más de 2.000 generales y Bonaparte sólo promociona a 26 para el rango de mariscal. Excepto 4 designaciones honorarias, los 22 generales restantes, como Soult, ganan su bastón de mariscal en el campo de batalla.
Al joven Soult no le atrae el mundo del derecho y se alista con 16 años (1785). Durante las guerras revolucionarias, con el futuro mariscal Masséna como mentor, asciende en tres años de sargento a general de brigada. Soult es un especialista en táctica y en el entrenamiento de las tropas; le apodan “Bras de fer” (Brazo de hierro), por la dureza de la preparación de su fuerza expedicionaria para invadir Inglaterra.
Soult recibe su bastón de mariscal en 1804, año de la auto proclamación de Napoleón como Emperador. Bonaparte sabe premiar a sus subordinados y crea para ellos títulos nobiliarios a medida, como el Ducado de Dalmacia que ostenta Soult. En España, los británicos que sufren su persecución hasta La Coruña le apodan: “Duke of damnnation”, “Duque de la condenación”.
La mitad de los mariscales imperiales resultan heridos en batalla. A Soult se le reprocha que dirige el ejército alejado del frente, como demuestra su lento y precavido despliegue en la batalla de Elviña. Soult luchaba en primera línea hasta el año 1800, cuando está cercado en Génova y trata de romper el asedio. Soult encabeza asalto a las líneas austríacas, recibe un balazo en la rodilla y cae prisionero; languidece durante días en un hospital y experimenta sufrimientos que lo marcan de por vida. Desde entonces, dirige a sus tropas desde el estado mayor.
El principal defecto de Soult es su compulsivo latrocinio de cualquier objeto de valor que tenga a tiro. En España se gana otro apodo: “El roba-cuadros”. Cuando sus tropas ocupan una ciudad, desaparecen obras de arte de iglesias y hogares adinerados para reaparecer decorando su casa parisina.
La extensa hoja de servicios del mariscal Soult tiene claroscuros: desde su participación decisiva en la victoria de Austerlitz, hasta la indecisión que contribuye al desastre en Waterloo. Desde la dominación de España y parte de Portugal, hasta la derrota y la retirada por los Pirineos. Desde la lealtad al Emperador, a su caída en desgracia y rehabilitación como ministro de la nueva dinastía reinante.
En un imaginario escalafón de los mariscales napoleónicos, Soult quedaría cerca de la cúspide, quizás igualado en méritos con el volcánico Ney, y justo detrás del implacable Lannes, el cerebral Berthier y el invicto Davout.
Soult, en conclusión, fue de los contados mariscales a los que Napoleón permite actuar con iniciativa propia. Según cuentan testigos de los preparativos de Austerlitz, cuando el Emperador imparte las últimas órdenes a sus mariscales se vuelve a Soult y le indica: “En cuanto a ti, Soult, solo digo: actúa como siempre”.
John Hope
El escocés Sir John Hope (1765-1823), IV Conde de Hopetoun, fue un general y político escocés con una destacada participación en la retirada de Moore y en la batalla de Elviña. Hope sirvió en El Cairo y la batalla de Alejandría (1801) donde se enfrentó a Napoleón en la mítica campaña de Egipto. Más tarde, dirigió la Primera División en España durante la Guerra de la Independencia.
En 1808, como uno de los lugartenientes del general Moore, participa en la retirada invernal del ejército británico desde Astorga hasta La Coruña. La fuerza expedicionaria británica había emprendido una huida hacia los puertos gallegos para escapar del ejército de los mariscales Soult y Ney. La batalla de Elviña de enero de 1809 es el intento desesperado de contener el avance francés mientras las tropas embarcan en la Coruña.
John Hope dispone sus fuerzas en el Camino Real de Betanzos, junto a la reserva de Lord Paget. El escocés se ve obligado a comandar el ejército cuando muere el general Moore, porque el general Baird, segundo al mando, también estaba herido de gravedad.
Hope decide mantener el plan original de Moore: sobre las 9 de la noche ordena un repliegue silencioso de las tropas y su embarque protegido por la oscuridad. Los ingleses dejan en el campo de batalla una pequeña fuerza que prende hogueras y finge que mantienen las líneas para combatir por la mañana.
Cuando Soult descubre la trampa, cambia el emplazamiento de una batería y comienza el bombardeo de los transportes, pero sólo daña 4 y la mayoría del ejército británico consigue escapar. La evacuación exitosa de Hope le valió el título de caballero otorgado por el Rey Jorge III.
A mediados de 1809, Sir John Hope participa en la fallida expedición Walcheren, en Flandes. Bajo el mando de Lord Chatham. Hope comanda las tropas de reserva.
El teniente general John Hope vuelve a combatir contra el mariscal Soult en 1813, esta vez comandando la Primera División bajo el mando del duque de Wellington. John Hope participa en la invasión de Francia en las batallas del río Nivelle, en la frontera hispanofrancesa, en la de Nive y en el asedio de Bayona de 1814.
En la batalla por Bayona, considerada la última de la Guerra de Independencia, John Hope cae herido y es hecho prisionero; sin embargo, la lucha concluye con la rendición francesa al llegar la noticia de la abdicación de Napoleón.
Mariscal Michel Ney
El mariscal Ney (1769-1815) , duque de Elchingen y Príncipe de Moscova, obtiene el rango y los títulos nobiliarios en primera línea del campo de batalla. Cuando Bonaparte reinstaura el rango de mariscal en 1804 escoge a los 18 mejores generales para ostentarlo y Michel Ney, hijo de un tonelero de Lorena, es uno de ellos.
Militar desde los 18 años, Ney asciende con rapidez por méritos propios. Infatigable y vehemente, Ney podía encabezar cargas de caballería tras recibir una herida o proteger a pie la retaguardia con un puñado de hombres, sable en mano frente a los cosacos. El temperamento de Ney le granjea la adoración de sus soldados y enemistades con sus compañeros mariscales.
En la hoja de servicios de Ney figuran las principales campañas y batallas de las guerras napoleónicas: Hohenlinden, Friedland, Jena, Eylau, Borodino, Smolensk, Leipzig o Waterloo, entre otras.
Ney comanda un cuerpo de ejército durante la invasión de España de 1808 y participa en la persecución del ejército ingles de Moore hasta La Coruña. El mariscal pasa dos años inmerso en una terrible guerra de desgaste en España. Las guerrillas y los invasores entran en una escalada de atrocidades que los franceses tratan de resolver con una represión de la población. Ney es uno de los personajes más odiados de Galicia hasta el punto de que, 212 años después, pervive la costumbre de poner su nombre a los perros de las casas.
En la guerra peninsular, Ney termina por enemistarse con Soult, Masséna y el rey José I Bonaparte. Incluso llegan a entablar una batalla a sable entre los dos. Esa enemistad y falta de coordinación marcará el resultado de la persecución de las tropas de Napoleón a Sir John Moore. Cuando Soult lanza el ataque contando con que Ney apoyará por su lado este apoyo nunca llega. Napoleón releva a Ney, pero su ostracismo dura poco y encabeza un cuerpo de ejército en la invasión de Rusia.
Desengañado con Napoleón por su mando en sangría rusa, Ney encabeza el grupo de mariscales que obligan a abdicar a Napoleón tras la batalla de Leipzig.
Durante su auge, Michel Ney sólo tenía menos poder que la familia Bonaparte, los príncipes y los ministros de estado. Sin embargo, la vieja aristocracia que vuelve a Francia con Luis XVIII desdeña a su familia por su origen plebeyo. El menosprecio influye en la decisión de Ney de volver con Bonaparte y es la causa de su perdición.
La valentía de Ney degenera hasta un comportamiento irreflexivo cuando no tiene un mando superior capaz de encauzarla. Ney lo demuestra por última vez en Waterloo: actúa por su cuenta y encabeza cuatro cargas contra los cuadros de infantería inglesa hasta que no le quedan tropas y cae prisionero.
Ney es juzgado en Francia por traición y condenado a muerte para dar ejemplo a los simpatizantes bonapartistas. En un final acorde con su figura, Ney renuncia a que le venden los ojos y es quien da la orden de fuego al pelotón de fusilamiento.
Marqués de la Romana
El mallorquín Pedro Caro Sureda (1761-1811), III Marqués de la Romana, fue un capitán general que combatió en la Guerra de la Independencia.
Pedro Caro ingresa en la Armada en 1775 como guardiamarina. Entre otras acciones, participa en la reconquista de Mahón y en el sitio de Gibraltar. En 1793 pasa al ejército como teniente coronel, al año siguiente asciende mariscal de campo y participa en la guerra contra la Convención. En 1800 alcanza el rango de capitán general de Cataluña y durante la guerra de la Independencia asciende a capitán general.
En 1807, el tratado de alianza con Francia obliga a España a aportar una división para proteger las costas danesas de un desembarco inglés. El Marqués forma parte de la expedición y el levantamiento del 2 de mayo de 1808 y la posterior ocupación sorprenden a los españoles dispersos en acantonamientos en Dinamarca. El Marqués idea un plan de regreso a España con el soporte de la Royal Navy. A pesar de la delación de Kindelán, Pedro Caro logra repatriar 9.110 soldados, mientras que 5.193 quedan atrás como prisioneros de los franceses.
Durante su estancia en Astorga el 11 noviembre de 1808, Pedro Caro recibe el nombramiento de general jefe del Ejército de la Izquierda y capitán general de Castilla, León, Galicia y Asturias. Ese día se produce la derrota española de Espinosa de Los Monteros y el ejército huye en dos columnas hacia Asturias y León.
El General Moore llega a España cuando Pedro Caro está en León, enfrascado en adiestrar y reorganizar los restos de su ejército. Son frecuentes los encontronazos entre generales de países que han sido tradicionalmente enemigos y plantean estrategias opuestas para dirigir la guerra. Los reproches aumentan durante el repliegue de Moore hacia La Coruña, y el Marqués eleva un informe a la Junta Central con el relato de los crímenes cometidos contra la población por las tropas inglesas, como si la retirada fuese en un país enemigo.
Mientras la mayoría de generales británicos y españoles plantean batallas tradicionales entre grandes unidades, el Marqués considera inútil enfrentar sus soldados recién reclutados contra ejército mejor entrenado de Europa, comandado por mariscales tan competentes como Soult. Tras la retirada inglesa, Pedro Caro se retira a Asturias y organiza las guerrillas. Durante los dos años que comanda su ejército, el Marqués ataca constantemente a los franceses mientras evita la gran batalla campal que necesitaban para aniquilarlo. Un aneurisma fulminante acaba con la vida de Pedro Castro en enero 1811, cuando dirige un avance de sus tropas desde Portugal.
Mendizábal
Gabriel María de Mendizábal Yraeta (1764-1833) fue un mariscal de campo español que participa de forma destacada en la Guerra de la Independencia.
Mendizábal procede de una familia guipuzcoana enriquecida por el comercio con Nueva España. El joven dispone de fondos y protección de personajes importantes y llega a Madrid a los 13 años para ingresar en la carrera militar. Mendizábal asciende a capitán en 1791, y a sargento mayor (equivalente de la época a mayor) en 1794.
Gabriel Mendizábal participa en la Guerra del Rosellón contra la Francia jacobina (1793-1795) y ejerce el cargo de segundo comandante del batallón de Voluntarios de Guipúzcoa, reclutado para detener la invasión francesa de la provincia.
Gabriel Mendizábal se distingue bajo el mando del general Ricardos y el Marqués de la Romana durante la Guerra de Independencia. Mendizábal obtiene sucesivos ascensos a brigadier (1808) y mariscal de campo (1809) por su desempeño en las acciones de Villafranca del Bierzo y Alba de Tormes.
En 1809, el Marqués ordena a Mendizábal hacerse fuerte en la villa de Puente de Domingo Flórez, en la Cabrera Baja Leonesa. Allí, Mendizábal resiste el asalto de la caballería del general Franceschi-Delonne y provoca su retirada hacia El Bierzo. Una vez rechazado el peligro, Mendizábal abandona la villa y llega a Ponte Bibei para proteger el Cuartel General de la Romana.
El 17 marzo 1809, el brigadier Mendizábal dirige un ataque de 1.500 milicianos mal armados contra los 1.000 franceses guarnicionados en el castillo de Villafranca del Bierzo. Mendizábal rinde la plaza tras sólo 4 horas de escaramuzas.
En febrero de 1811, Mendizábal sufre una costosa derrota cuando ignora el plan de batalla para romper el sitio francés de Badajoz. La batalla de Gévora es una catástrofe para las fuerzas combinadas de España, Portugal e Inglaterra por parte de un ejército francés inferior en número. La gran cantidad de bajas y prisioneros, así como el fallido mando de Mendizábal, acarrean su desprestigio y el alejamiento de puestos de responsabilidad en el ejército.
Gabriel Mendizábal se rehabilita durante los meses siguientes por sus acciones en el frente vasco-navarro y recibe la promoción a teniente general. En la fase final de la guerra participará en las defensas de Irún y Tolosa y en la batalla de San Marcial.
Mendizábal recibe las principales condecoraciones españolas después de la guerra, y se crea para él un nuevo titulo nobiliario: conde del Cuadro de Alba de Tormes. En la posguerra, desempeña diferentes cargos en el estado mayor del ejército y es nombrado presidente del Tribunal Supremo de Guerra y Marina hasta su muerte en 1833.
Diego del Barco
Diego José del Barco y de la Cendeja (1779 -1814) fue un brigadier de artillería coruñés que participó de forma distinguida en la Guerra de la Independencia. Diego del Barco nace el 12 de Noviembre de 1779 en el número 49 de la calle Real de La Coruña. Hijo de un oficial que participó en la expedición Balmis a bordo de la corbeta María Pita, Diego sigue la tradición familiar y se decanta por la carrera militar.
El joven Diego del Barco ingresa en el Real Colegio de Artillería de Segovia en 1796 y durante la siguiente década asciende por la escala de oficiales: subteniente en 1779, teniente en 1802 y, un mes antes del comienzo de la Guerra de la Independencia, el 2 de abril de 1808, obtiene el grado de capitán. Durante la guerra participa en cerca de veinte batallas y enfrentamientos que le valen sucesivos ascensos y reconocimientos:
Julio de 1808. Diego del Barco comanda los 20 cañones que forman la artillería española en la batalla de Medina de Rioseco (batalla de batalla del Moclín). Sus cañones protegen la retirada de los restos del ejército ante la persecución de las fuerzas del mariscal Bessières.
A comienzos de 1810, con el grado de Teniente Coronel, Diego del Barco resulta herido y capturado por la caballería de Kellerman tras la batalla de Alba de Tormes. Logra escapar y vuelve a La Coruña, donde se reincorpora al servicio el 3 de febrero.
En octubre de 1811, Diego del Barco dirige la artillería durante el sitio francés de Sagunto. Tras la rendición de la plaza ante el mariscal Suchet, del Barco vuelve a caer prisionero. Diego del Barco se fuga de nuevo y alcanza las lineas españolas en Cádiz. Desde Cádiz, Diego del Barco regresa a Galicia y se incorpora al 6º Ejército Español.
- Diego del Barco comanda la artillería española durante la reconquista de Astorga y obtiene el ascenso a Brigadier. También recibe el mando de una brigada de infantería y participa en la ofensiva final de Wellington que expulsa a los invasores en la península. Del Barco llega penetrar en territorio francés durante la persecución del ejército imperial en retirada.
- Diego del Barco recibe la misión de expulsar a los franceses de las fortificaciones de Santoña y Laredo. Ante la inminente rendición francesa, el gobierno español temía que ambas plazas españolas fueran reclamadas por los británicos como un nuevo Gibraltar en el Cantábrico.
A pesar de la escasez de medios para rendir las fortificaciones, Diego del Barco encabeza el asalto a Laredo. Durante la noche del 21 de febrero de 1814, Diego del Barco resulta herido de gravedad por el fragmento de una granada en la cima del Rastrillar. Diego del Barco es evacuado a Colindres y muere por gangrena el 26 de febrero de 1814. Laredo se rindió al día siguiente.
Manigault-Gaulois
Joseph Yves Manigault-Gaulois (1770-1809) fue de esos raros generales que mereció la estima de sus soldados, sus compañeros oficiales y sus rivales en el campo de batalla.
Hijo de un tabernero, Joseph Yves Manigault-Gaulois entró en el ejército a los 18 años, en 1791. En una época en la que se asciende por mérito en el escalafón militar, sin importar el origen, Manaigault-Gaulois se convierte en el arquetipo de soldado de la Francia revolucionaria.
Las continuas guerras de la época proporcionan a Gaulois oportunidades para mostrar su eficiencia, tanto en el estado mayor, como en el campo de batalla. En 1792 asciende de segundo teniente a teniente; al año siguiente es capitán y en 1794 comandante de batallón. En mayo de 1803, Manigault-Gaulois asciende a coronel y en agosto es nombrado general de brigada.
Manigault-Gaulois destacó por su comportamiento caballeroso en varias ocasiones. Durante las guerras revolucionarias salvó del fusilamiento a tres antiguos compañeros de estudios que reconoció durante la toma de Coblenza. El militar les consiguió pasaportes y les permitió escapar. Otro relato señala que el militar recibió un carruaje tirado por 4 caballos como regalo por evitar el saqueo de un fastuoso convento de monjes, vendió el regalo y distribuyó el dinero entre sus soldados.
En noviembre de 1808, Manigault-Gaulois se incorpora como comandante de la 1ª Brigada de la 1ª División del II Cuerpo de Ejército del Mariscal Soult. A finales de ese año, el general de brigada Manigault-Gaulois recibe elogios por su comportamiento y disciplina del mismo Napoleón durante una revista de tropas en Burgos. Se atribuyen las siguientes palabras al Emperador: “General, estoy contento con usted. Durante mucho tiempo no he recibido más que elogios por su conducta; en breve recibirá testimonios de mi satisfacción”.
Poco después del episodio, la 1ª División recibe la orden de trasladarse a La Coruña para destruir al ejército de Moore antes de su evacuación. En la tarde del 16 de enero de 1809, el mariscal Soult ordena la toma de la aldea de Elviña, en las inmediaciones de La Coruña.
La plaza cambia de manos varias veces durante los combates entre los regimientos 42º y 50º de infantería de línea británica y una de las brigadas de la División Mermet, comandada por Manigault-Gaulois. Durante su participación en el combate, Joseph Yves Manigault-Gaulois recibe un disparo mortal en la cabeza. Tras la batalla, los restos del general Manigault-Gaulois fueron tratados con consideración y pesar, y recibió honras fúnebres en Santiago de Compostela.